Mujeres: derribemos el pacto de silencio
- Rebel
- 9 mar 2018
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Visualicemos a las mujeres, como grupo oprimido y como clase subordinada, en un mundo profundamente patriarcal. Debemos entender esta imagen dentro del escenario de hoy: nuestro presente. Si tenemos en cuenta que, para comprender la situación actual de las mujeres debemos tener conciencia del pasado, de nuestra historia como sujetos, nos remontaremos a los orígenes de la opresión, de la violencia sistemática hacia las mujeres.
Tener conocimiento pleno sobre lo que nos han hecho, el rol que hemos ocupado, donde la violencia ha tomado múltiples formas según el contexto histórico, supone ir acercándonos hacia el feminismo. El movimiento feminista puede describirse de muchas maneras, pero me interesa destacar que es un movimiento colectivo fundado y formado por mujeres, para las mujeres. Sabiendo que es un movimiento diverso, hay que tener en cuenta que existen feminismos cuyos intereses difieren y hasta se contraponen. Haré referencia al feminismo que a mi criterio fue y sigue siendo el más revolucionario de todos: el feminismo radical.
Los años 60/70, la revolución sexual. Las feministas comenzaron a cuestionarse sus vidas enteras. Los derechos sexuales de sus cuerpos referidos al sexo, a la reproducción y maternidad. Sus relaciones sexo/afectivas con quienes creían sus compañeros de vida, los varones, empezaron a ser cuestionadas.
Pero estos sentimientos no salieron a la luz hasta que las mujeres se empezaran a organizar. Para crear un movimiento de liberación del las mujeres antes tuvieron que caer en la cuenta de que, si necesitaban liberarse de algo, era porque estaban siendo oprimidas por los varones. Crearon grupos donde únicamente se reunían mujeres, para hablar abiertamente y por primera vez en voz alta sobre sus vidas, y comenzar una alianza: romper ese pacto de silencio de mujeres. Romper un pacto implícito, que significaba no hablar de ellas mismas, ser las silenciadas e invisibilizadas de la historia. Romper el pacto significó darse cuenta que las luchas políticas y sociales estaban ignorando a la mitad de la población, o sea a todas ellas, sus problemáticas no eran tomadas en cuenta por los partidos políticos, por sus compañeros, que pretendían hacer la revolución sin ellas y para ellos.
Ante esta traición de parte de quienes ellas consideraban aliados, las mujeres tuvieron que tomar la bandera de su propia lucha. La lucha por la liberación de las mujeres. En el momento que se percataron de que sus vivencias, las que creían personales e individuales eran compartidas por muchas otras mujeres, se dieron cuenta que las experiencias de las mujeres como grupo eran políticas. Como bien lo dijo Kate Millett "lo personal es político". Lo que pasaba en el ámbito privado, sucedía y tenía nombre, se llamaba patriarcado, e involucraba a todos los varones y todas las mujeres, haciendo que las acciones no fueran individuales, ni íntimas sino ejercidas colectiva y sistemáticamente.
Considero que lo más duro fue darse cuenta que la mayoría de estas acciones ejercidas por los varones significaban en violencia hacia las mujeres. Opresión y control hacia nuestros cuerpos. Ellas tuvieron que despertar, escuchar a otras, (ahora compañeras) y tenderles una mano. Hacía falta entender que sus cuerpos no eran suyos, que estaban siendo encarceladas y engañadas por un sistema de falsa liberación.
Mucho lograron las mujeres radicales de los 60/70 en cuestiones de salud sexual y reproductiva, en cuanto a información sobre sus cuerpos. Denunciaron que la mayoría estaban siendo humilladas, dominadas, dejadas de lado en sus propias relaciones sexuales. Estaban siendo violadas, siendo meros objetos sexuales. No estaban disfrutando de su sexualidad.
Repito que esto fue posible porque se atrevieron a contarle a otras mujeres sus experiencias cotidianas y lograron conectar con las otras de una manera genuina, como nunca antes.
Hace unos días escuché a la brillante Ana de Miguel decir que el llamado "pacto de silencio" de las mujeres estaba comenzando a regresar. Considero que tiene razón. Nos hace falta reunirnos, comunicarnos, hablar entre nosotras de lo que nos parece más simple, más cotidiano. Hablarlo con nuestras amigas, hermanas, madres, hablarlo con desconocidas. A atreverse a contar nuestras incomodidades, nuestros malestares como mujeres, como somos violentadas. Hagamos el ejercicio de hablarlo con feministas y con quienes no se reconocen como tales. Tenemos que darnos cuenta que pese al enorme esfuerzo de muchas mujeres y aunque algunos derechos fueron conquistados, hoy en día las mujeres no tenemos autonomía en nuestros cuerpos. Los ejemplos son muchísimos. El primer paso para unirse a la lucha es darse cuenta. La revolución de las mujeres no es en soledad ni en silencio. ¡Basta de callar!
Texto por: Manuela de Fleitas
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