“Deconstrucción”, tarea para el hogar.
- Rebel
- 7 mar 2018
- 3 Min. de lectura

¿A qué llamamos “deconstruir”? Una expresión que a primera vista parece negativa: lo ideal
sería construir, ¿no? Pareciera que la construcción es parte del crecimiento y del avance, pura productividad. De hecho, hemos construido durante toda nuestra vida. Construimos
pensamientos, conductas, personalidades, construimos un sinfín de relaciones y de todo ello nos servimos a la hora de responder ante cada situación que se nos presenta en lo cotidiano.
¿Pero qué tipo de construcción hicimos? Por empezar, no es un proceso personal ni mucho
menos independiente. Todo lo contrario, no hay nada tan colectivo como la construcción
individual. Y aunque suene contradictorio, solamente hay que sentarse a reflexionar para
darse cuenta de cómo funciona este mecanismo.
Desde que nacimos, nos sumergimos en una sociedad ya constituida. En ella empezamos a
nadar y a comer del alimento que nos daban, preguntando qué era y por qué tenía ese sabor, pero sin mucho berrinche ante las respuestas, solamente considerándolas correctas. Y es lógico, nuestra naturaleza nos guía directo a la adaptación, por lo que no tendríamos motivos para cuestionar por qué tal cosa es así y tal cosa no. Y a medida que crecíamos, íbamos desarrollando nuestras personalidades en base a las grandes explicaciones de la vida, a los incuestionables fundamentos que provenían de instituciones intachables como la familia, la escuela, la iglesia y algún carilindo que decía cosas coloridas en la tele.
Nos construimos en base a un imaginario social. Somos el resultado de las creencias y
pensamientos de toda una cultura.
“La idea de imaginario social implica la construcción y producción de representaciones
globales o totalizadoras de una determinada sociedad, como un precepto según el cual los
componentes que la conforman tienen su lugar, su identidad y su razón de ser”, dice Cornelius Castoriadis, un genio de la filosofía y el psicoanálisis. “Un conjunto de valores, apreciaciones, gustos, ideales y conductas en la conciencia de las personas que conforman una determinada cultura.” A partir de estos imaginarios, que se constituyen como un “factor regulador y estabilizador”, construimos nuestra identidad.
Entonces, Doctor, hasta ahora nuestro pensamiento no es más que la pura reproducción de
significaciones sociales y culturales. ¿Somos, entonces, incapaces de desarrollar un
pensamiento propio? ¿Es esta la única manera en la que podemos concebir la realidad?
¡No!
Agarre un martillo, señor/a. Agarre una gran masa y comience a destruir. Empiece a
cuestionar, a pensarse a sí mismo en su cotidianeidad, en sus reacciones frente a cada
situación. ¿Qué piensa, qué opina? ¿Por qué? ¿Qué lo llevó a desarrollar ese punto de vista? ¿Y si reacciona de manera totalmente contraria? Reflexione, enójese, pregunte, desafíe.
Lo que hasta ahora había sido un proceso colectivo, se convierte en algo individual, una tarea para el hogar. Todo aquello que parecía lógico, ya deja de serlo. Todo lo que se daba por supuesto, se transforma en un signo de interrogación enorme que busca respuesta y tal vez no la encuentre de inmediato, pero no por eso debe ser señal de preocupación, sino más bien la pura incógnita que supone volver a dibujar sobre una hoja en blanco. Una vez “deconstruidas” las edificaciones de nuestra conciencia, somos libres de volver a crear nuevas e infinitas significaciones que van más allá de las que se nos presentaron a lo largo de nuestra existencia.
Y a partir de esta tarea hogareña, volver a construir. Volver a ser productivos, y esta vez,
dejando de lado aquel sentido común que nos encarcelaba en casilleros de antaño. Se genera un nuevo modelo, un nuevo imaginario social basado ahora en otras miradas, y no en las creencias impuestas por instituciones eternas que buscan controlar las conciencias a favor de sus intereses. Porque la imaginación social “también es la facultad que permite que los modos de sociabilidad existentes no sean considerados definitivos y entendidos como los únicos posibles, sino que puedan ser concebidos otros modelos”, sostenía, optimista, Castoriadis. Ahora el mecanismo es inverso: de lo individual a lo social, y de ahí a un nuevo imaginario, a un nuevo sentido común basado en pensamientos libres.
Por eso, póngase firme señor/a, agarre el martillo, ya es hora de deconstruir.
Texto por Christian Skinner.
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